viernes, 9 de enero de 2015




Desarraigada

No conozco el ancestro, la relevancia de la mirada, ni las usanzas… No entiendo el acento o la intención. No entiendo cómo nacen las frutas por estas latitudes, ni de dónde las aguas.

No sé por qué es importante saber los nombres y los nombres de los nombres, y los nombres de los nombres de los hombres… hasta la 5ª generación. ¿Tanto miedo a la no pertenencia? ¿Tanto miedo a nada más ser algo tan individual y específico como vos o yo, aquí y ahora…? 

Yo no sé nunca cómo se llama nadie. Sé que los amo, que me forman parte… Nos formamos, nos tejemos, nos entretejemos entretelones, nos sostenemos, y pocas veces nos desechamos. 

No entiendo tampoco a las flores tan grandes y en los árboles. Tan raras, como pájaros enormes, recelosos y estáticos. Me gustan sus semillas, pero “me recelo” porque no sé qué me ocultan. 

Sé que cada vez soy menos extranjera. Otros fueron mis códigos- significantes - flores – paisajes – tactos - archivos - historias… Y mis recuerdos desmembrados… Veranos – otoños - pubertades - adoquines. Pero estoy aquí. 

Nunca nada pudo ser del todo porque me arrancaron y aquí nada nunca. 
Aparte de todo lo que fue. Que es todo.

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